lunes, 3 de febrero de 2014



Ella sonrió y su sonrisa ilumino
mi mundo, era tan resplandeciente
que sentí que estaba soñando despierto,
quede hipnotizado, me quede mirándola fijamente
como se mira algo divino, me perdí en su mirada
y su mirada se perdió en mí, éramos uno solo,
nos convertimos en un bello poema encantado...

Néstor Augusto Esquivel Donato

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