miércoles, 21 de noviembre de 2012

DIOS NO SE EQUIVOCA!





Hace mucho tiempo, en un reino distante, un monarca no creía en la bondad de Dios. Tenía, sin embargo, un súbdito que siempre le recordaba acerca de esa verdad. En todas las situaciones decía:
¡Rey mío, no se desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto. El nunca se equivoca!
Un día el rey salió a cazar junto con su súbdito, y una fiera de la jungla le atacó. El súbdito consiguió matar al animal, pero no evitó que Su Majestad perdiese el dedo meñique de la mano derecha. El rey, furioso por lo que había ocurrido, y sin mostrar agradecimiento por los esfuerzos de su siervo para salvarle la vida, le preguntó a este:
Y ahora, ¿qué me dices? ¿Dios es bueno? Si Dios fuese bueno yo no hubiera sido atacado, y no hubiera perdido mi dedo.
El siervo respondió:
Rey mío, a pesar de todas esas cosas, solamente puedo decirle que Dios es bueno, y que quizás eso, perder un dedo, sea para su bien. Todo lo que Dios hace es perfecto. ¡El nunca se equivoca!
El rey, indignado con la respuesta del súbdito, mandó que fuese preso a la celda más oscura y más fétida del calabozo.
Después de algún tiempo, el rey salió nuevamente para cazar, y fue atacado, esta vez, por una tribu de indios que vivían en la selva. Estos indios eran temidos por todos, pues se sabía que hacían sacrificios humanos para sus dioses.
Inmediatamente después que capturaron al rey, comenzaron a preparar, llenos de júbilo, el ritual del sacrificio. Cuando ya tenían todo listo, y el rey estaba delante del altar, el sacerdote indígena, al examinar a la víctima, observó furioso:
¡Este hombre no puede ser sacrificado, pues es defectuoso! ¡Le falta un dedo!
Luego, el rey fue liberado. Al volver al palacio, muy alegre y aliviado, liberó a su súbdito y pidió que fuera a su presencia. Al ver a su siervo, le abrazó afectuosamente diciendo:
¡Querido siervo, Dios fue realmente bueno conmigo! Tú debes haberte enterado que escapé justamente porque no tenía uno de mis dedos.
Pero ahora tengo una gran duda en mi corazón: si Dios es tan bueno, ¿por qué permitió que estuvieses preso, que tanto lo defendiste? El siervo sonrió, y dijo:
Rey mío, si yo hubiera estado junto con usted en esa caza, seguramente habría sido sacrificado en su lugar, ¡ya que no me falta ningún dedo! Por lo tanto, acuérdese siempre: ¡todo lo que Dios hace es perfecto, él nunca se equivoca!


Romanos 8:28
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”


Romanos 10:11
“Porque la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado”





Pequeños actos.. muy valiosos!


Había una vez un chiquillo que quiso conocer a Dios. Sabía que era un largo viaje hasta donde Dios vivía, así que se hizo la maleta con bizcochos y varias latas de bebida gaseosa y empezó su viaje.

Después de haber andado tres manzanas, vio a una anciana que estaba sentada en un banco de un parque viendo las palomas. El chiquillo se sentó al lado de ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su bebida cuando se dio cuenta que la mujer parecía hambrienta, así que lo ofreció una magdalena. Ella lo aceptó muy agradecida y le sonrió. 

Su sonrisa era tan maravillosa que él la quiso ver otra vez, así que le ofreció un poco de bebida también. Otra vez ella sonrió. El chiquillo estaba encantado. 

Estuvieron toda la tarde allí, comiendo y sonriendo, sin decir una palabra. 

Cuando empezó a anochecer, el chiquillo se dio cuenta de lo cansado que estaba y quiso ir a casa. Se levanto para irse, después de haber andado unos pocos pasos se volvió y corrió hacia la anciana, dándole un gran abrazo. Ella le dio su mejor sonrisa. 

Cuando el chiquillo llegó a casa su madre se sorprendió de la alegría en su cara. Le preguntó; -¿Porqué estas tan contento hoy?- Él respondió; - He almorzado con Dios.- Antes de que su madre pudiera decir nada añadió; - ¿Sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más bonita del mundo! 

Mientras tanto, la anciana también volvió a su casa radiante de alegría. La mirada de paz dejo anonadado a su hijo. Él preguntó; - Madre, ¿Qué te ha hecho tan feliz, hoy?- Ella respondió- He comido bizcochos en el parque con Dios. Antes de que su hijo pudiera responder, añadió; -¿Sabes? Es mucho más joven de lo que esperaba.-


Muchísimas veces desestimamos el poder de una caricia, de una sonrisa, una palabra amable, alguien que te escuche, un complemento o el más pequeño acto de cariño; todos con el potencial de cambiar una vida. ¡No tomes a nadie por descontado y acepta con alegría a todos por igual!