Me han repetido una y otra vez
que el amor
verdadero debería de ser mi prioridad número uno en la vida y me he visto
condicionada a aceptar y creer que debo experimentar este amor, pero que
todavía no estoy lista para ello. Esta es la razón por la cual tengo que
cambiar constantemente, por la cual tengo que cambiar mi composición. Todo con
la esperanza de que llegue alguien que me diga las palabras mágicas.
Nunca he experimentado lo que se
siente cuando una persona te confiesa su amor eterno. Nunca me ha
pasado que alguien haya hecho algo tan romántico por mí que haya hecho que casi
me desmayara. Por mucho tiempo me causó confusión esta situación. Era una
adolescente con necesidades físicas y emocionales normales.
No es que nunca me haya
enamorado. Es más, me he enamoré hasta la última fibra de mi ser. Pero nunca
nadie se ha enamorado de mí.
Me tomó bastante tiempo darme cuenta de la razón. Y era bastante
simple, casi para reírse. Nadie se ha
enamorado de mí porque no soy el tipo de mujer de la que te enamoras.
Quizás sea esa mujer que respetas, o esa mujer a la que admiras.
O la mujer que te gustaría encontrar en casa cuando llegues del trabajo, esa
mujer que te obliga a cuestionar perspectivas con las que has estado viviendo
por años. La mujer que acaba con esas nociones preconcebidas que tienes de las
cosas que te gustan, la mujer a la que miras y te preguntas ‘¿Cómo? ¿Cómo hace
eso?’ La mujer que buscas cuando necesitas fuerza y apoyo, la mujer que hace
que te des cuenta de lo grande que puede llegar a ser el mundo. Incluso la
mujer a la que acudes cuando necesitas un consejo.
Sin embargo, no soy la mujer de la que te enamoras. No soy la chica con la que quieres pasar
horas simplemente mirándola. La chica a la que tratas hacer sonreír, la chica
cuyas manos quieres que estén entrelazadas con las tuyas. Esa chica que es tan
bella, tan delicada, que te dan ganas de pelear contra el mundo por ella.
No soy esa mujer a la que tienes que proteger de sí misma porque no soy lo
suficientemente frágil como para romperme de la nada. Estoy endurecida, y tengo cicatrices de batalla que quizás se
parezcan a las tuyas. No me avergüenzo de las marcas, de las manchas y de los
moretones que puedes encontrar en mi cuerpo y mi mente, son mías y son parte de
mi historia. No voy caminar mansamente
detrás de ti, voy a caminar contigo. Voy a empujarte tanto como me empujo a mí
misma.
Esto me hace una persona difícil
de amar, porque no puedes simplemente tomar mi amor y empaparte de él. No,
también tendrás que ceder, y eso te costará. Eventualmente, puede
que te vayas simplemente porque encontraste a una chica que te hace feliz en
vez de una mujer que te haga pensar.
No soy la mujer de la que te enamoras, soy esa mujer a la que
aprendes a amar.
Y me siento bien al respecto simplemente porque sé que cuando
alguien me diga ‘Te amo, estoy enamorado de ti’, él sabrá exactamente lo que
significan esas palabras. No serán cosas que se dicen sólo en la mañana cuando
todavía estás medio dormido. Serán palabras verdaderas, y brillarán a la luz
del sol. Será algo que sea reciproco y que me nutra.
Será
un amor por el que valga la pena luchar.