No
hay que exigir en las personas más de una cualidad. Si les encontramos una,
debemos ya sentirnos agradecidos y juzgarlas solamente por ella y por las que
les faltan. Es vano exigir que una persona sea simpática y también generosa o
que sea inteligente y también alegre o que sea
culta y también aseada o que sea hermosa y también leal. Tomemos de ella lo que pueda darnos. Que su cualidad sea el pasaje
privilegiado a través del cual nos comunicamos y nos enriquecemos.
Julio Ramón Ribeyro
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