sábado, 21 de septiembre de 2013

Llore tanto que al final
no se sabía por quien estaba
llorando, si por ella o por mí,
llore desconsoladamente como
un niño perdido en un bosque sombrío.
Llore tanto que me estaba ahogando
en mi propio llanto,
la melancolía fue mi dios,
y yo me arrodille ante su altar
oscuro y misterioso…


Néstor Augusto Esquivel Donato





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