A veces pienso que ojalá hubiese nacido sabiendo muchas cosas,
especialmente de cara a la adolescencia. Ojalá me hubiese quedado con todos los consejos de mi madre, de mi
abuela, de mis tías y de las madres de mis amigas. En definitiva, los consejos
de mujeres que ya habían cometido los errores que yo iba a cometer y eran la
voz de la experiencia. De todas las mujeres más sabias que yo que en ese
momento de arrogancia taché de ignorantes. Ojalá les hubiese hecho caso y me
hubiese repetido, sólo de vez en cuando, que
me aceptase a mí misma. Que me gustase. Que me mirase al espejo y me quisiese
un poco más. Suena fácil pero por desgracia a muchas nos ha costado llegar a
ese punto. Y hasta que no llegas a él no te das cuenta de toda la diversión
que te estabas perdiendo.
Nadie me lo dijo tal cual. Quizás también fue porque yo no lo pedí. Pero
es que he aprendido que las cosas que las personas más necesitan oír son las
más difíciles de decir.
Así que hoy digo que no
existe nada más bonito que una mujer
fiel a sus valores y contenta con su físico. Y que va a por todo. Baila
hasta que se agota. Grita hasta quedarse afónica. Salta hasta que no puede más.
Mira con un poco más de descaro pero nunca pierde del todo la inocencia. Se
bebe una copita de vino en las cenas. O dos. Y se toma un buen trozo de
chocolate después.
Descubre el
placer y felicidad en lo pequeño, que al final del día, es lo que queda. Una mujer bonita es la que se olvida del
“qué dirán” y se viste como se encuentre más cómoda y guapa. Que no hay
mejor conjunto de ropa que la satisfacción ni mejor maquillaje que una sonrisa.
Que una mujer de verdad hará que el vestido menos apetecible de la tienda
resulte ser el más impactante.
¿Que te apetece
esa trozo de tarta? Qué más da, cómetelo. ¿Que te gusta esa falda? Cómpratela.
Ya nos meten demasiadas preocupaciones los demás como para imponernos nosotras
más.
Hay que reír
más. El doble. El triple. Hay que soltarse la melena, en el sentido metafórico
y no tan metafórico. Hay que mirarse a
una misma y hacer lo que realmente queremos, no lo que demás esperan de
nosotros.
Somos la
generación de mujeres más privilegiada y con más oportunidades que ha habido en
toda la historia de la humanidad. ¿Tú sabes lo que significa eso? Somos las
primeras que podemos hacer lo que queremos en miles y miles de años. Que nadie
tiene ya la capacidad de ponernos límites. Que podemos pedir ayuda y, por
primera vez, nos la darán. Que por fin no nos juzgarán por seguir nuestros
sueños.
Corre hasta el fin del
mundo y más allá. Porque tú puedes. Sólo hay veces que nos falta el pequeño
empujón, esa motivación. El regustillo de la victoria, de la superación, es el
mejor que he saboreado.
No te midas con los demás porque eso no te llevará a ninguna parte. Tienes que estar por encima de esas comparaciones estúpidas. Compite
contigo misma. Así es como se llega a la mejor versión de lo que tú quieres
ser, no lo que la sociedad quiere que seas. La pasión e insatisfacción son los
mejores combustibles para llegar lo más lejos posible, no la conformidad y el
rendirse. Lo fácil nunca fue lo que mereció realmente la pena.
Disfruta. Y recuerda que es mejor arrepentirse de haber hecho algo que
tirarte el resto de tu vida pensando “y si hubiese hecho…”.
Ve mundo. Por
favor. Es lo que más te puede aportar en esta vida. No te enjaules entre cuatro
paredes, sabiendo lo que te espera ahí fuera. Es todo demasiado grande y bonito
como para hacerlo. Así que aprovéchalo.
Pregúntate qué
es lo que le dirías a ti misma con 14 años. Y ahora aplícate el cuento porque ese
será el mejor consejo que te hayan dado en tu vida.
Si crees que
ella te daría mejores consejos de los que podrías dar tú ahora, cambia de ruta,
de sentido, de trayectoria. Nunca es
demasiado tarde si tú quieres. El “no” siempre lo vas a tener y el “sí” es un
abanico de posibilidades infinito.
Nos dicen que
tenemos que querer a los demás pero se les olvida mencionar que, para hacer eso
correctamente, tenemos que empezar por el principio: queriéndonos a nosotras
mismas primero.
El peor límite que nos podemos imponer paradójicamente es el que nos
creamos nosotras solas: el miedo. Cuando te hayas deshecho de él, verás. Verás
que puedes conseguir todo y más, solo tienes que decir que lo quieres.
Si muchas
mujeres son amigas infalibles, madres inamovibles, hermanas defensoras, hijas
modelo, trabajadoras 24/7, novias felices, esposas fuertes, profesionales hasta
el final y amantes únicas, todo esto en un solo día, ¿por qué no vamos a ser
también seguidoras de nuestros sueños, buscadoras de la felicidad y huracanes
imparables?
Todo esto,
aunque lo aprendí tarde, me ha servido de mucho y por eso lo quería compartir.
He aprendido la lección y, si algún día tengo una hija, no pararé de
repetírsela porque si vives en base a esto, todas las demás cosas buenas
vendrán solitas.
loqueellosnosaben.com
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