miércoles, 30 de julio de 2014

Cuento: El día que Jesús guardó silencio



Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño. Solo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear.

En algún lugar entre la semi-inconsciencia y los sueños, me encontré en aquel inmenso salón, no tenía nada en especial salvo una pared llena de tarjeteros, como los que tienen las grandes bibliotecas. Los ficheros iban del suelo al techo y parecía interminable en ambas direcciones.
Tenían diferentes rótulos. Al acercarme, me llamó la atención un cajón titulado: "Muchachas que me han
gustado". Lo abrí descuidadamente y empecé a pasar las fichas. Tuve que detenerme por la impresión, había reconocido el nombre de cada una de ellas: ¡se trataba de las muchachas que a MÍ me habían gustado!
Sin que nadie me lo dijera, empecé a sospechar de donde me encontraba. Este inmenso salón, con sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia.
Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, pequeños y grandes detalles, momentos que mi memoria había ya olvidado.
Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga, empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido.
Algunos me trajeron alegría y momentos dulces; otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que tuve que volverme para
ver si alguien me observaba.
El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban".
Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", otros títulos eran: "Asuntos por los que he peleado con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño", "Videos que he visto"...
No dejaba de sorprenderme de los títulos.
En algunos ficheros habían muchas más tarjetas de las que esperaba y otras veces menos de lo que yo pensaba.
Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado.
¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.
Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aun así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido.

Cuando llegué al archivo: "Pensamientos lujuriosos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Solo abrí el cajón unos centímetros… Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese" momento, escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más...

Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe de ver estas tarjetas jamás. Nadie debe entrar jamás a este salón… ¡Tengo que destruirlo!
En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que vaciar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola del cajón. Me desesperé y trate de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero cuando intentaba arrancarlas.
Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar.
Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo invencible de mis miserias, empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación:
"Personas a las que les he compartido del amor de Jesús". La manija brillaba,
al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas.
Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un nuevo pensamiento cruzaba mi mente: nadie deberá entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.

Y mientras me limpiaba las lagrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡El no!, ¡cualquiera menos Jesús!. Impotente vi como Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.
Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo. El, se acerco, puso sus manos en mis hombros.
Pudo haber dicho muchas cosas. Pero el no dijo una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio. Era el día en que Jesús guardó silencio... y lloró conmigo.
Volvió a los archivadores y, desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. ¡No!, le grité corriendo hacia El.
Lo único que atiné a decir fue solo ¡no!, ¡no!, ¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por que estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.

No entiendo como lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado. Me miró con ternura a los ojos y me dijo:

Consumado es, está terminado, yo he cargado con tu vergüenza y culpa. En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto.... Porque todavía faltan más tarjetas que escribir...
Aún no se si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que si estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de que alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas.



lunes, 28 de julio de 2014


Siempre anhelé una historia de amor 
como aquellas que escribía,
un encuentro, una mirada...
al cruzar por una esquina.
En un amanecer de otoño, 
el sol destellando alegría.
Con unos ojos tan bellos, 
del verde de las colinas,
su piel cual porcelana...
perfecta ante una caricia..
con un cabello tan negro… 
como el color de mi tinta.

Y sí, fue tan irreal el momento.. 
el viento entonando elegías,
en una noche de invierno...
fue su voz hechizante melodía.
Y sí, era su piel tan blanca,
me cegó como densa neblina.
Y sí, tenía el cabello tan oscuro, 
igual a las penas que traería.
Y sí, eran sus ojos dos mares… 
en los que naufragó mi vida,
dándole un mal final a este amor, 
como esas historias que escribía.

Yuri (Dia San)

Cuento: El circulo de amor

Cristian casi no vio a la señora en el auto parado al costado de la carretera. Llovía fuerte y era de noche. Pero se dio cuenta que ella necesitaba de ayuda...
Así, paro su auto y se acercó. El auto de la señora olía a tinta, de tan nuevo. La señora pensó que pudiera ser un asaltante. Él no inspiraba confianza, parecía pobre y hambriento.
Cristian percibió que ella tenía mucho miedo y le dijo:
"Estoy aquí para ayudarla madame, no se preocupe. ¿Porque no espera en el auto que esta mas calentito? A propósito, mi nombre es Cristian"
Bueno, lo que pasaba es que ella tenía una llanta pinchada y para colmo era una señora de edad avanzada, algo bastante incomodo. Cristian se agachó, colocó el gato mecánico y levanto el auto. Luego, ya estaba cambiando la llanta pero quedo un poco sucio y con una herida en una de las manos...
Cuando apretaba las tuercas de la rueda ella abrió la ventana y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que sólo estaba de paso allí y que no sabia como agradecer por la preciosa ayuda. Cristian apenas sonrió mientras se levantaba.
Ella preguntó cuanto le debía. Ya había imaginado todas las cosas terribles que podrían haber pasado si Cristian no hubiese parado para socorrerla. Cristian no pensaba en dinero, le gustaba ayudar alas personas...
Este fue su modo de vivir. Y respondió:
"Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que encontrase a alguien que precise ayuda, dele a esa persona la ayuda que ella precise y acuérdese de mi..."
Algunos kilómetros después, la señora se detuvo en un pequeño restauran, la camarera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que secase su mojado cabello y le dirigió una dulce sonrisa.
La señora notó que la camarera estaba con casi ocho meses de embarazo, pero la misma no dejó que la tensión y los dolores le cambiaran su actitud...
La señora quedo curiosa en saber como alguien que teniendo tan poco, podía tratar tan bien a un extraño. Entonces se acordó de Cristian. Después que terminó su comida y mientras la camarera buscaba cambio, la señora se retiró...
Cuando la camarera volvió se preguntó donde la señora pudo haber ido, cuando noto algo escrito en la servilleta sobre la cual había varios billetes de 100 dólares.
Le cayeron las lágrimas de sus ojos cuando leyó lo que la señora escribió. Decía:
"Tu no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudo hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tu realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este circulo de amor termine contigo, ayuda a alguien..."
Aquella noche, cuando fue a casa, se acostó en la cama cansada, su marido ya estaba durmiendo y ella quedo pensando en el dinero y en lo que la señora dejo escrito...
¿Como puede esa señora saber cuánto ella y el marido precisaban de aquel dinero? Con el bebe que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil...
Quedo pensando en la bendición que había recibido y dio una gran sonrisa... Agradeció a Dios y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurró:

-"Todo va a estar bien; te amo... Cristian!.


Agradecimiento


Hoy es un día especial bendecido por Dios
como cada segundo de tu vida, frío o cálido
pero bendecido.
Felicidades, un año más de vida
de experiencias vividas
de anécdotas que contar
de risas y de llanto quizás.
Llenémonos de júbilo en este día
donde tu alma se regocije de dicha
y tu espíritu de armonía.
Sí, un año más de vida.
Gracias al cielo por ser tu techo
gracias al sol por cobijar tu cuerpo
gracias al manantial por llenarte de vida.
Demos gracias por las bondades recibidas
por los momentos de soledad y agonía.
Miremos esta noche al cielo
y demos gracias por los años venideros
y que las cicatrices de tu alma se desvanezcan con el tiempo
Y que cada momento lo vivas con dicha y vigor
con amor y armonía,
que tus bondades las compartas con generosidad y alegría.
Que aun hace falta reír, cantar, jugar, compartir
escuchar, soñar, comprender, llorar, emprender
y sobre todo nunca olvides de disfrutar de las pequeñas cosas
que de eso es el camino de la vida.


sábado, 26 de julio de 2014

Muéstrame el amor


Muéstrame el amor

que reina en tus ojos

de rosa celestial. 

¡¿Oh rosa celeste por qué te pierdes

tras la brevedad 

de la noche?!.

Muéstrame el amor

del cristal infinito

dulce de tu voz.

Oh enigma de un corazón 

vagabundo;

oro labrado con 

falsas ilusiones…

sublime reflejo

de lo inexplorado.

Dolor de la eterna condena

a ser miedo y morir en el miedo.




Néstor Augusto Esquivel Donato

miércoles, 23 de julio de 2014


Comprendí que estaba ante alguien 
cuya simple personalidad era tan
fascinante que, si me abandonaba a ella,
absorbería mi naturaleza entera,
mi alma y hasta mi propio arte.


El retrato de Dorian Gray- Oscar Wilde
Estoy cansado de esta luna verde, de las
insistencias lejanas del otoño.
De este vagar por calles pascalianas
que ignoro y que me ignoran.
De este estar quieto y estar acorralado.
De este ir y volver, de esta ninguna parte.
A veces no soporto ni el peso de mi sombra y,
con mucha más razón, no soporto el peso
de los huesos. Me duele el alma, suponiendo
que tenga una maldita alma. Quiero salir corriendo,
pero llueve endemoniadamente. Se mojarán
los zapatos. Me resfrío, me da gripe, habrá que
llamar al médico, ir a la farmacia por remedios.
Se agrava uno. Se muere.
¿Y quién va a venir con esta endemoniada lluvia
a mi velorio?


Victor Paz Otero- Antología Poética



Ella se oculta detrás de una sonrisa,
su sonrisa es su mascara donde
esconde sus defectos,
ella sonríe y se oculta detrás de lo invisible,
la felicidad en su mundo no existe,
se ha convertido en una marioneta del infortunio
el dolor la ha hecho una esclava,
la frustración y las derrotas se ocultan detrás de su sonrisa
ella no muestra al mundo en realidad como es,
tan solo finge
su soledad es una llama ardiente
y oscura que se apodera de ella…


Néstor Augusto Esquivel Donato



miércoles, 9 de julio de 2014

ODIO


Odio tu olvido
porque siempre te recuerda,
odio esta soledad,
y también odio tu ausencia.

Odio amarte
a mi manera,
odio que te hayas ido,
y también odio tu espera.

Odio haberte
querido tanto,
odio tu partida,
y todo lo que te extraño.

Odio soñarte
cada día,
odio tu desvelo
y también esta melancolía.

Odio todo eso
que me recuerda a ti,
pero sobre todo me odio a mí
por no saber vivir sin ti.



Sergio de Sa

Pérdidas



Cada vez que hay pérdidas, 
habrá opciones. 
Usted puede elegir vivir sus 
pérdidas con cólera, 
culpa, odio, depresión 
o resentimiento, 
o puede elegir usarlas para 
crecer un poco más. 



Henri Nouwen

martes, 8 de julio de 2014

Se acabó la función


¿Qué hacer cuando se acabaron las oportunidades? ¿Qué hacer cuando te das cuenta de que todo no salió como estaba previsto y que nunca será como soñaste? ¿Y cuando te la jugaste a un “todo o nada” y salió un enorme vacío, un agujero negro de los grandes?
Es fácil. Se apaga la luz. Se cierra el telón. Se acaba la función. Y te vas. No te quedas esperando a la salida a ver si hay suerte, ni compras entradas para el próximo pase. Te vas. 
No pretendo remover los fantasmas del pasado, ni tuyos ni míos, que esos están muy bien guardados en su cajón del olvido. Sólo quiero hallar la explicación de por qué algunos rizan el rizo cuando ya no hay ni un solo pelo del que tirar.
Yo quiero exponer mi teoría de por qué en momentos de soledad nos dedicamos a desenterrar aquello que ya está hasta lapidado.
Creo que es por dos razones.
La primera, se confunde el estar solo con el estar soltero. Son dos cosas muy distintas. Soltero se puede estar a veces sí, a veces no, pero solo nunca. Siempre va a haber alguien que nos quiera, aunque no necesariamente de esa manera especial que buscamos. Siempre va a haber un hermano, un confidente, un superviviente. Siempre.
La segunda es el miedo, pero un miedo mucho más primitivo que el miedo a estar “solo”. Es un miedo idéntico al pánico que siente un niño cuando le dejan solo a oscuras. Es el miedo a lo desconocido.
Algunos son incapaces de vivir sin ningún tipo de ligue, por superficial que sea, porque es sinónimo de desconocer a quién poder acudir, a quién poder llamar o invitar a alguna fiesta, o a quién abrazar al final del día.
Y es que está todo al revés. Se pretende empezar a construir la casa por el tejado y las reglas del juego no están escritas de esa manera. He aprendido que cuando más se crece a nivel individual es en la soltería. Cuando más se conoce a uno mismo es en la soltería. Cuando más vas a por lo que realmente quieres (adivínalo) es en la soltería.
Que para aprender a querer a otra persona, hay que empezar por quererse a uno mismo. Que para elegir a la persona adecuada no hay que andar buscándola. Y que hay que replantearse lo que es estar con alguien de verdad. No salir o quedar o como se llame ahora. No. Estar. Con todas sus letras.
Estar significa que esa persona puede contar contigo para lo que sea porque tú siempre “estás”. Estar significa que no cambias de emoción como una veleta cuando sopla el viento, da igual que sea una brisilla o un huracán. Significa ser firme y cumplir. Significa compromiso, esa palabra que tanta alergia se le tiene hoy en día por el esfuerzo que implica. Estar es que puedan depender de ti, pase lo que pase. Es dar lo máximo, que es lo mínimo.
Y si tienes el compromiso de quedarte, también tienes, si se tuercen las cosas, el de saber irte. Todas las monedas tienen dos caras.
Repito. Es fácil. Se apaga la luz. Se cierra el telón. Se acaba la función. Y te vas. No te quedas esperando a la salida a ver si hay suerte, ni compras entradas para el próximo pase. Te vas. Porque todo tiene su momento y el hacerse mayor es aprender a dejar que las cosas caigan por sí solas en su lugar.

Loqueellosnosaben